En enero de 2017, aparecía en la web del Club Baloncesto Las Rozas, mi tercera contribución sobre deporte y discapacidad, en este caso proyectada sobre la organización deportiva.
El tratamiento de la discapacidad ha evolucionado desde el modelo médico (para el que la discapacidad es un rasgo consecuencia de una deficiencia individual y debe ser abordada con un enfoque de rehabilitación personal –hay que hacer normal a la persona con discapacidad) hasta el modelo social (para el que la discapacidad es una situación producto de la combinación de deficiencias individuales y estructuras y actitudes sociales, y debe ser abordada con un enfoque de rehabilitación social –hay que hacer normal a la sociedad).
El acercamiento de las personas con discapacidad al deporte se ha conseguido gracias al modelo médico, con la consideración del deporte como algo beneficioso en términos de salud, y con la adaptación de las modalidades deportivas a la singularidad de la discapacidad. Los orígenes del deporte paralímpico, con Ludwing Guttman a partir de 1945, son buena prueba de ello. Estos primeros pasos tienen como consecuencia la creación de distintas organizaciones y federaciones deportivas. Gracias a estos movimientos, las personas con discapacidad acceden a la práctica deportiva concebida en un primer momento como instrumento de salud, y en un segundo momento, como herramienta de superación y de competición. Eso sí, como un herramienta especial y para personas especiales, a través de la adaptación de los deportes y de su práctica restringida a aquellos que reúnen ciertas características.
La consideración de que el deporte es también una actividad para competir y superarse, es un cambio insuficiente (desde el modelo social), ya que sigue sin romper la barrera entre el deporte practicado por personas sin y con discapacidad. Los intentos para romper esa barrera comenzarán con el fomento del deporte inclusivo. Pero la idea del deporte inclusivo no se proyecta necesariamente sólo en la práctica deportiva. El deporte inclusivo tiene que ver también con la organización deportiva, si bien en este caso tal vez es mejor hablar de concepción inclusiva del deporte.
Actualmente, los diferentes deportes tienen su federación deportiva, existiendo algunos que poseen dos, dependiendo de la existencia o no de modalidades adaptadas. Estas federaciones permitieron en su momento (y todavía lo hacen) el acceso al deporte de las personas con discapacidad. Pero una concepción inclusiva del deporte requiere unificar las federaciones y abandonar la vinculación de lo “especial” con las personas con discapacidad.
La mayoría de los intentos de llevar a cabo esta unificación han fracasado apelando a los intereses de las personas con discapacidad. Sin embargo, ese razonamiento esconde una minusvaloración de estas personas y cierto paternalismo no justificado. Además, detrás de esa separación hay también intereses económicos (por parte de todas las federaciones).
Mantener dos federaciones sobre el mismo deporte, que se diferencian por las personas a las que se dirigen, según sean o no personas con discapacidad, perpetúa el discurso de lo especial y, por tanto, es una práctica alejada de la Convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad.
Rafael de Asís
Publicado en Corriere delle Sport, Unicusano Focus.