No nos enteramos… (sobre inteligencia artificial y formación jurídica)

En los últimos días he asistido a reuniones sobre planes de estudio, principalmente de Derecho, tanto de grados como de posgrados, y me ha llamado la atención que en ninguna de estas reuniones haya estado presente una reflexión sobre la proyección de las nuevas tecnologías en el Derecho y, más concretamente, de la robótica y la inteligencia artificial. Las reuniones, como no, se han basado en lo que gana o pierde un área de conocimiento o en la necesidad de que ciertos contenidos estuvieran presentes, contenidos referidos siempre a conocimiento, nunca a habilidades o metodologías, y a conocimiento además dogmático, nunca de teoría general, crítico o filosófico. Y ello a pesar de que, según la encuesta Law Firms in Transition Surve de 2017 elaborada por la consultora Altman Weil, un 8% de los despachos norteamericanos utilizan herramientas de Inteligencia Artificial, y un 30% están explorando como hacerlo. Y en los despachos de más de 1000 abogados el 54,6% utilizan estas herramientas.

De ahí el título de esta reflexión: “No nos enteramos…”.

Si hay algo en lo que coinciden los diferentes estudios sobre la incidencia de la inteligencia artificial en el ámbito laboral es que los trabajos mecánicos están en peligro. Esto, con carácter general sitúa en mala situación a aquellos docentes que se limitan a repetir un código o un conjunto de sentencias (por desgracia todavía existen), y de manera específica a aquellos operadores jurídicos cuya tarea se limita a la búsqueda y sistematización de la información (las labores que hacen los jóvenes abogados en sus primeros años en un despacho).

Obviamente, las profesiones jurídicas no están en peligro (aunque algunas, de gran tradición, estoy seguro que sufrirán). Pero ya no va a ser tan importante la acumulación de conocimiento. Lo que va a servir para establecer diferencias entre unos y otros va a estar en su adaptación al uso de nuevas tecnologías, en su posicionamiento crítico y en su capacidad de argumentar y razonar. Y todo esto debe dárselo un grado y un posgrado.

Debemos ser capaces de adaptar nuestra metodología docente a las nuevas tecnologías y, en el campo jurídico, conseguir formar juristas que posean espíritu crítico; sean conscientes del modelo jurídico en el que se basan; se diferencien del razonamiento mecánico o, dicho de otra forma, sean capaces de añadir algo al razonamiento mecánico; y se cuestionen desde un punto de vista ético. Creo que este es el modelo futuro del jurista. Sin embargo, nosotros a lo nuestro…..

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