En junio de 2016, dentro de la web del Club Baloncesto Las Rozas, abordaba la necesidad de ajustar a las normas jurídicas, la estructura y el funcionamiento de los clubes de cantera…
Me contaba un amigo presidente de un club deportivo de cantera que cuando llegó a la presidencia se encontró con que prácticamente no existía papel, esto es, la gestión se había llevado de palabra: los acuerdos eran verbales, no había contabilidad, los programas y proyectos no estaban escritos… Y al parecer no se trataba de una práctica de ese club sino que era algo muy extendido consecuencia de diversos factores entre los que él destacaba dos: el carácter de voluntariado que acompaña el trabajo de las directivas y el tradicional alejamiento del deporte de las normas jurídicas y sociales básicas.
No creo que voluntariado esté reñido con seriedad y es un hecho que el deporte, me refiero al deporte de cantera, está poco a poco regularizándose y acercándose a las normas (jurídicas y de otro tipo) que deben presidir el funcionamiento de cualquier institución.
En los tiempos que vivimos la transparencia y el buen gobierno se han convertido en requisitos esenciales de toda organización. Y el deporte no puede permanecer de espaldas a ello. Pero además, y antes de todo esto, las organizaciones deportivas, con independencia de que se muevan en el campo del voluntariado, del ocio o del amateurismo, deben funcionar conforme a la legalidad y no, como muchas veces ocurre, en paralelo a ella.
Los clubes deportivos no son entidades aisladas sino que forman parte de la sociedad y desempeñan un papel social. Deben así estar sujetos a las normas vigentes. Un funcionamiento correcto de los clubes contribuye a la construcción de una sociedad más justa.
Pues bien, cuando me refiero a funcionar en el interior del Ordenamiento jurídico y no en paralelo a éste, aludo principalmente a cuestiones que tienen que ver con el ámbito laboral. La cuestión laboral no agota el listado de exigencias jurídicas que un Club debe satisfacer, pero es una de las asignaturas pendientes que, además, afecta a su buen funcionamiento.
Mi amigo presidente me contaba que cuando llegó a su club se pagaba en mano o por transferencia pero sin contrato, acuerdo, seguridad social, retenciones… Según me dijo, se puso en contacto con la Federación de turno para saber si esto era lo habitual y le contestaron que sí, que se hacía así desde siempre, y que no se le ocurriera cambiarlo porque eso suponía poner en riesgo el deporte de cantera. Esto último lo he escuchado y leído otras ocasiones. Pero no creo que sea cierto y, si lo es, habrá que buscar mecanismos sin que sufran los derechos y obligaciones laborales. No es difícil calcular la cantidad de dinero opaco que se ha movido (y que tal vez se mueva) en este ámbito si tenemos en cuenta los clubes existentes en todo el panorama nacional. Toda persona que trabaja en el club debe tener satisfechos sus derechos y el club debe cumplir con sus obligaciones laborales. Ciertamente esto implica un gasto que encarece la práctica del deporte y que se proyecta sobre los deportistas y sus familias. Pero el coste no puede ser la excusa para seguir funcionando en paralelo.
Como en cualquier otro ámbito hay unas normas que hay que cumplir. Se trata de normas que, además, permiten un funcionamiento mucho más limpio y profesional de la organización. Mi amigo me contó que decidieron regularizar poco a poco todo el club y que en algún momento pensó llevar esa decisión a la Asamblea de socios. Sin embargo no lo hizo porque se dio cuenta de que el sometimiento a la legalidad no puede ser objeto de votación.
Eso sí, dicho sea de paso, la regulación jurídica actual requiere de un cambio que sea capaz de contemplar la especificidad del deporte sin que ello signifique disminuir garantías ni derechos de los implicados.
Como he señalado antes, la cuestión laboral no agota las cuestiones jurídicas que rodean a un club. Sin embargo, no me voy a detener en ellas porque me interesa más referirme a ese otro grupo de exigencias que también deben acompañar la gestión del club y que poseen más bien un sentido ético (con repercusiones claras en la gestión eficiente, ya que un correcto comportamiento ético favorece la credibilidad y aceptación social, y convierte al club en una organización sólida).
Me refiero así a lo que podemos entender como el buen gobierno o el gobierno corporativo que, como es sabido, se mueve alrededor de tres ejes. El primero es el de la responsabilidad corporativa, a través del cual se protegen los derechos de los trabajadores y se tienen en cuenta el impacto de la actividad del club en sus clientes (deportistas y familias) y en la sociedad. El segundo es el de la transparencia, que supone accesibilidad, publicidad y disponibilidad de la información. Y el tercero es el de la rendición de cuentas.
Estos tres ejes deben desarrollarse en consonancia con la filosofía y los objetivos de cada Club, pero lo que está claro es que exigen procedimientos y protocolos, mecanismos de fiscalización, códigos de conducta… Requieren, por tanto, también papel que, además, en el futuro, permitirá construir nuestra historia y favorecer así nuestra identidad y nuestro sentimiento de pertenencia.
Rafael de Asís