Tuve la suerte, en mi formación universitaria, de tener un maestro singular, irrepetible. Me aportó conocimiento, cultura, metodología, modelos de profesión y de instituciones y, también, de persona. Una de las directrices que repetía y que trasladaba a todos/as los/as que trabajábamos con él era el “no nos autolimitemos”. Pues bien, siempre he tratado de seguir esa consigna en los diferentes sitios que he estado y, como no, en el baloncesto.
El “no nos autolimitemos” implica muchas cosas. En primer lugar, la existencia de un proyecto que sea el marco en el que insertar todas las iniciativas y que tenga claro sus principios y objetivos. En segundo lugar, la exigencia de un compromiso con el proyecto que suponga lealtad y espíritu crítico. Y, en tercer lugar, ilusión con el proyecto e ilusión por pertenecer a él.
Desde estos presupuestos, “no nos autolimitemos” supone plantearse retos, tener inquietud, interés por lo desconocido. Exige intentar rodearte de los mejores, de aquellos que comparten el proyecto y los presupuestos anteriores, y que no se autolimitan.
Obviamente, “no nos autolimitemos” no está reñido con el examen racional de las cosas, con evaluaciones sobre la razonabilidad de las iniciativas, con el dejar de hacer algo cuando se demuestra que no tiene sentido, ni con el pararse en algún momento para respirar y consolidar las cosas.
Ahora bien, “no nos autolimitemos” sí que está reñido con la apatía, con el miedo al trabajo, con el miedo al cambio y a lo desconocido, con la ausencia de compromiso, con el seguidismo y la escasez de crítica y, sobre todo, con la falta de ilusión.
A veces, en organizaciones tan especiales como son los clubes deportivos de cantera, es difícil mantener esta máxima. El carácter voluntario de la organización, la incomprensión, la ausencia de reconocimiento…, dificultan las tres grandes exigencias que se plantean a quienes dirigen los clubes: trabajo, generosidad e ilusión.
“No nos autolimitemos” requiere, en todo caso, que, cuando no se cumple con alguna de estas exigencias y, sobre todo, cuando no hay ilusión, las personas deban dar un paso atrás y ceder su lugar a aquellas que si la tengan.
En la temporada pasada, el Club Baloncesto Las Rozas decidió parar para respirar. Pues bien, es el momento de no autolimitarnos.