Hace un par de días, un periódico deportivo de gran tirada, publicaba un «meme» relacionado con el autismo que provocaba una importante y rápida reacción por parte de organizaciones y personas dedicadas a la defensa de los derechos de las personas con discapacidad. El «meme» se refería a la rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona. En él aparecía un niño dormido, con cara de sufrimiento y con un escudo del Real Madrid, en una cama de un hospital, conectado a algunos aparatos. Una doctora hablaba con el padre (con un escudo del Barcelona) y le decía que su hijo tenia «…un grave autismo que lo está matando lentamente». Y seguía: «Depende de usted si debe sufrir toda su vida si quiere dejarlo ir». En otra viñeta, el niño despertaba y hablaba con su padre (diciéndole que todavía podía alcanzarle en la liga). Por último, aparecía una imagen del padre, llorando y «desenchufando» al hijo.
La aparición del «meme» y su retirada, coincide con un momento en el que en nuestro país se está discutiendo, y mucho, sobre el alcance de la libertad de expresión. No obstante, no traigo este ejemplo para adentrarme en esta discusión sino para abordar referirme a la “imagen de la discapacidad”.
Desde el punto de vista de la discapacidad, el «meme» llamaba la atención por muchas razones, pero principalmente por dos. La primera por la relación entre discapacidad y enfermedad; la segunda por la decisión de acabar con la vida de una persona con discapacidad.
Se trata de dos aspectos relacionados con una manera de entender la discapacidad, la del denominado modelo de prescindencia, que parecía estar ya sepultado pero que, de vez en cuando, florece (lo hizo en el siglo XX al hilo de ciertas ideologías y ensayos clínicos, y todavía hoy lo hace de la mano de ciertas visiones relacionadas con las nuevas tecnologías).
En la historia del tratamiento de la discapacidad, al modelo de prescindencia le han seguido el modelo médico y el modelo social (que es el modelo de derechos humanos). Este último es en el que se basa la actual regulación jurídica de la discapacidad tanto en el plano nacional como en el internacional. Sin embargo, nuestra sociedad todavía vive anclada en el modelo médico.
Buena prueba de ello es que una de las principales organizaciones de la Comunidad de Madrid dedicada a la defensa de los derechos de las personas con discapacidad, y que rápidamente reaccionó ante el meme con el que comenzaba, reproducía poco antes en una red social una noticia en la que decía “….. padece una discapacidad intelectual” (la negrita es mía). Desde el modelo social, la discapacidad no se padece, lo que se padece es la discriminación que sufren (ahora sí), las personas con discapacidad.
El paso de un modelo médico en el tratamiento de la discapacidad (en el que la discapacidad es presentada como un rasgo individual que implica sufrimiento, deficiencia, anormalidad) a un modelo de derechos social y de derechos humanos (en el que la discapacidad se presenta como una situación que tiene su origen principal en barreras sociales), requiere apartar la discapacidad de ciertos estereotipos presentes en la sociedad.
Se trata de estereotipos que están también en el ámbito del deporte. Conseguir acabar con ellos requiere de un esfuerzo por parte de todos y, obviamente, de la colaboración de los medios de comunicación. Al igual que ocurre en cualquier otro ámbito social, la importancia de los medios de comunicación a la hora de construir la imagen social de la discapacidad es evidente.
Como ya he anunciado, no voy a referirme a lo que implica el meme con el que comenzaba estas reflexiones (que claramente entra en el debate de la discriminación, los delitos de odio y la libertad de expresión). Tampoco me voy a detener en el ejemplo que suele citarse siempre cuando nos referimos al diferente tratamiento mediático entre el deporte sin añadidos y el deporte adaptado y/o el inclusivo: la cobertura mediática (esto es, el escaso eco que tiene en los medios el deporte de las personas con discapacidad). Me interesa más poner de manifiesto otras prácticas, que son destacadas en los estudios (pocos) que existen en este campo, y que son menos conocidas. Por razones de espacio me voy a centrar en cuatro: la victimización, el ocultamiento, la infantilización y la a-sexualidad.
La victimización consiste en presentar al deportista con discapacidad como persona que, debido a una desgracia personal que tiene que ver con su diversidad, se enfrenta a unos retos que hacen que sea una persona muy especial. Es importante recalcar que no estoy negando que, en ocasiones, esto sea algo a subrayar. Lo que me interesa es advertir que pocas veces se alude, en la presentación del deportista, a las barreras de tipo social que ha tenido que superar.
El ocultamiento tiene que ver con los tipos de discapacidad y con la cobertura que se da al deporte con discapacidad. Esta cobertura normalmente se proyecta en gran medida sobre deportistas en situación de discapacidad física y algo menos sobre deportistas en situación de discapacidad sensorial. Sin embargo, la discapacidad intelectual y sobre todo la psicosocial normalmente son invisibles.
La infantilización consiste en la presentación del deportista con discapacidad como un niño/a. Se les trata con diminutivos y de manera muy afectiva; se alaban de manera grandilocuente sus logros… Es un fenómeno muy habitual en el ámbito de la discapacidad, consecuencia tanto del exceso de proteccionismo cuanto de la infravaloración de las potencialidades y del talento.
La a-sexualidad está en estrecha relación con la infantilización. Consiste en presentar a la persona con discapacidad como un ser a-sexuado, esto es como un ser sin conocimiento ni interés por el sexo. Esto es claramente perceptible cuando se compara la imagen que se transmite de una deportista sin discapacidad (que es a veces denigrante) y de una deportista con discapacidad.
Los medios de comunicación, en el tratamiento del deporte de las personas con discapacidad, deben abandonar estos estereotipos y contribuir así a la normalización de la sociedad. Hace poco escribía sobre la importancia de formar en derechos humanos e inclusión en el ámbito de las organizaciones deportivas. Sin duda se trata de una necesidad presente en el ámbito de los medios de comunicación en general, y de los deportivos en particular.