En estos días en los que se tiene más tiempo para ver que se dice por las redes sociales, me estoy dando cuenta de que, junto a las famosas «fake news» existe otro fenómeno similar que puede ser denominado como «fake people» (ojo, no confundir con los «fake profiles» o los «fake followers»).
Al igual que ocurre con las «fake news», las «fake people» no son un fenómeno nuevo provocado por las nuevas formas de comunicación y en especial por internet y las redes sociales. Toda la vida han existido «fake people», pero es verdad que su relevancia y visibilidad ha aumentado con el uso de estos nuevos canales de comunicación.
Las «fake people» están presentes en muchos ámbitos de la vida social y, aunque son más reconocibles cuanto mayor es su radio de acción en las redes y su relevancia pública (desde hace unos meses en la política vemos como se suceden fenómenos de este tipo), ocupan también espacios en pequeñas comunidades o sectores.
En estas pequeñas comunidades o sectores existen diferentes tipos de «fake people». Un tipo significativo es el de quienes buscan obtener compensación personal organizando algo de forma aparentemente altruista. Normalmente, a estas personas les importa más bien poco las causas de sus campañas, sobre las que poseen, en el mejor de los casos, un conocimiento superficial.
Estas «fake people» suelen caracterizarse por defender con vehemencia aquello en lo que no creen, pero que les sirve para obtener respeto en su pequeño (a veces minúsculo) entorno social. Algunas, por ejemplo, se presentan como luchadoras por la igualdad de la mujer siendo machistas o habiendo negado, en reiteradas ocasiones, la existencia de discriminación alguna hacia ellas.
Suelen comentar noticias y opiniones que les importan más bien poco pero que las hace estar ahí. Las «fake people» utilizan perfiles falsos con los que dialogan o usan para alabar sus propias acciones a modo de «fake followers».
Suelen hablar más que hacer, mostrar en público una falsa humildad y aunque es común que digan ser lo que no son, en ocasiones enfatizan este rasgo presentándose con un título que no tienen o con una experiencia que no poseen.
Hay «fake people» solitarias, esto es, que actúan de manera personal, pero también las hay en las organizaciones, siendo para éstas un verdadero problema ya que suelen aprovecharse de ello y pueden ponerlas en situaciones difíciles. Por eso, las organizaciones deben apostar por «genuine people» y no por «fake people».
Lo peor de las «fake people» no es solo lo que hacen, que en ocasiones hasta produce algún beneficio (eso si, muy puntual y con carácter excepcional), y cómo lo hacen (utilizando el engaño y ocupando los espacios que corresponden a los/as «genuinos/as»). Lo peor es también que cuentan con un grupo de personas que sabiendo lo que son, les animan a seguir actuando así o, simplemente, se ríen de ello considerando que se trata de algo sin importancia.
Al igual que comienzan a aparecer plataformas para detectar «fake news» y «fake followers», no me extrañaría que en el futuro ocurriera lo mismo con las «fake people».