Deporte e inclusión. La discriminación de los/as niños/as con barreras en su desarrollo

He dudado en escribir estas líneas por su obviedad. Sin embargo, vivimos en una época en la que explicar lo obvio empieza a ser necesario.

Integrar la perspectiva de la diversidad en el ámbito deportivo no es tarea fácil. Sobre todo si quiere hacer de manera seria y coherente. En los años en los que he tenido ocasión de presidir un club deportivo, me he podido dar cuenta de ello. Así por ejemplo, he comprobado la dificultad de integrar la perspectiva de la diversidad, sobre todo cuando lo que se prima es la competición y el éxito deportivo. También, sorprendentemente, como es más fácil poner en marcha un plan que culmine con la creación de una sección de discapacidad, que otro que tenga que ver con género…

Aún así, las personas con discapacidad se enfrentan a muchas barreras a la hora de practicar el deporte. Algunas de ellas, las físicas y cognitivas, requieren de una política decidida en materia de accesibilidad, pero otras, las actitudinales, de formación. En todo caso, todas necesitan de concienciación social y de seriedad en el enfoque.

Cuando esto no se da, se pueden provocar situaciones de acoso y de auténtica discriminación hacia niños/as. En muchos caso, estas situaciones afectan sobre todo a un tipo de diversidad concreto, aquel que más crece en las sociedades contemporáneas, que tiene que ver con aspectos psicosociales, y que en el ámbito infantil se presenta muchas veces como trastorno al desarrollo.

Pues bien, no es difícil encontrarse con personas que se presentan como formadores/as o entrenadores/as comprometidos/as con la discapacidad y con la inclusión, pero que segregan y discriminan a niños/as que se enfrentan a este tipo de barreras.

Y como la discapacidad es una situación en muchas ocasiones producida por barreras del contexto, son estas personas, estos/as supuestos/as formadores/as o entrenadores/as), los/as que convierten al niño/a en persona con discapacidad.

Muchas veces lo hacen apelando a la disciplina y a la concentración, desconociendo que la inclusión no requiere cambiar a la persona sino el entorno.

Castigar a un niño/a con barreras en su desarrollo (si se quiere con trastornos al desarrollo) sin intentar adaptar tu práctica a su diversidad, puede constituir una discriminación y, sobre todo, es ir en contra de la inclusión. La inclusión no es segregación, espero que esto no haga falta explicarlo, pero tampoco es integración. La inclusión exige hacer esfuerzos por adaptar el entorno, la práctica, las directrices, a la diversidad.

Alguien puede afirmar que lo anterior no sirve si hablamos de deporte. Es cierto que en este campo, los parámetros con los que medimos la discriminación en otros ámbitos no sirven. Sin embargo, no todo vale ni todo puede permitirse. Creo que es importante tomarnos en serio como enfocamos la práctica deportiva de los/as niños/as con barreras en su desarrollo y, sobre todo, apartar de ella a todos/as aquellos/as que se mueven por intereses espurios y cuyo compromiso con las personas en situación de vulnerabilidad es artificial.

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