Desde hace tiempo, los problemas de la igualdad y la no discriminación deben ser estudiados partiendo de la diversidad y la diferencia, que son dos presupuestos que permiten un discurso más real en comparación con aquel que se apoya en un presupuesto contrafáctico, como es la igualdad.
La diversidad y la diferencia, como puntos de partida de la reflexión sobre la no discriminación, están presentes también, como no podría ser de otro modo, en el ámbito de la discapacidad. Ésta, la discapacidad, tanto si se entiende como condición o como situación, refleja la diversidad humana.
Sin embargo, un mal enfoque de la discapacidad puede servir para esconder o dejar de atender un hecho de nuevo incontestable: la diversidad dentro de la discapacidad. La discapacidad es expresión de la diversidad humana y a la vez, el mundo de la discapacidad es diverso.
La diversidad dentro de la discapacidad puede producirse por circunstancias muy distintas. Algunas de ellas tienen que ver con condición (habitualmente se construyen así los tipos de discapacidad), otras con situación (la discapacidad, como sabemos, es en muchas ocasiones producto de barreras, y estas son diferentes), otras con mezclas de ambas cosas….
Por eso, desde el discurso de la igualdad y la no discriminación de las personas con discapacidad, la no atención a esta diversidad produce consecuencias no deseadas (como ocurre con cualquier otra persona).
Traigo aquí esta reflexión en el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo porque me parece que las personas con TEA son unas de las perjudicadas cuando no se tiene en cuenta esta relevancia de la diversidad. En estos días que vivimos hemos podido ver situaciones que lo ponen de manifiesto.
Y el perjuicio es aún mayor si el análisis de las barreras y de la discapacidad se hace desde un punto de vista médico y no social.
Como es sabido no hay una única definición “médica” de TEA y mucho menos jurídica. En este último ámbito, las personas con TEA son en ocasiones consideradas como personas con discapacidad. Pero en otras muchas ocasiones no lo son, bien porque no hay diagnóstico, bien porque no alcanzan un 33% de grado de discapacidad, a través de una valoración en la que el peso de las factores sociales es mínimo.
Sin embargo, las barreras sociales a las que se enfrentan las personas con TEA existen y se expresan claramente en los dos ámbitos que en este Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo se quieren destacar (que por cierto no tienen que ir necesariamente unidos): el educativo y el laboral.
La lucha contra la discriminación de las personas con autismo debe partir del hecho de la diversidad y su importancia. Esta diversidad debe servir para justificar ajustes y otras medidas en cualquier circunstancia, y mucho más en momentos excepcionales como los que vivimos.
Pero sobre todo, esta atención a la diversidad debe servir para modificar una concepción de la discapacidad basada en grados. O mejor, para realizar una valoración de la discapacidad que tenga en cuenta las barreras sociales en su justa (nunca mejor dicho) medida. O aún mejor, para establecer una normativa que trascienda la discapacidad y se centre en las personas y en las barreras.